DOLARIZAR ¿SI O NO? ¿REQUISITOS ESENCIALES Y SUS EVENTUALES IMPLICANCIAS?

Loop eterno.

Noticias 20/08/2023
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Vuelve a captar la atención pública de los argentinos la discusión acerca de la dolarización. Esto sucede (una vez más) no sólo por la evidente inclinación que tenemos
los argentinos hacia la divisa estadounidense. Sino más bien porque se vuelven a
presentar las pésimas variables económicas (y políticas) que nos llevan a desestimar el peso argentino, como en tantas otras oportunidades.
Si bien consideramos que el problema no es simplemente monetario, sino que es
mucho más profundo (cuyo gigantesco entramado no analizaremos en esta oportunidad), nos detendremos a analizar los requerimientos básicos que se necesitan y
cuáles serían las eventuales implicancias que tendría una eventual dolarización de
la economía argentina.
En 2002 las variables macro eran (podemos decir) similares. Al menos en cuanto a
que llevaron a discutir acerca de la dolarización (al igual que en el 75 y el 89/92). Nos
encontramos, entonces, ante un fenómeno que de novedoso no tiene mucho.
Hoy, vuelve sobre el tema el candidato presidencial de La Libertad Avanza, Javier
Milei, quien se basa en la propuesta elaborada por los economistas Emilio Ocampo
y Nicolas Cachanosky en su libro “Dolarización, una solución para Argentina”. La
idea es vitoreada por los seguidores de este espacio. Es al menos significativo para
tratar de entender este fenómeno, que en su mayoría los seguidores de Milei rondan
los veintitantos, y por ende es la primera vez que discuten el tema.
Milei sostiene, con acierto, que el gobernante argentino le roba al pueblo a tres
manos: directamente vía impuestos, tasas, retenciones, etc; vía endeudamiento le
roba las generaciones futuras; y por medio de la inflación, generada por la emisión
de moneda, perjudica sobre todo a los más pobres. Suele utilizar la muy gráfica
metáfora del adicto a las drogas: Argentina es un drogadicto empedernido; y si le
seguimos facilitando estupefacientes (pesos), morirá de sobredosis.
Tres empanadas para dos personas...
Dolarizar no es otra cosa que reemplazar los pesos por los dólares: los billetes que
están en la calle, los depósitos a la vista y las obligaciones en corto que puedan convertirse fácilmente en efectivo (depósitos a plazo fijo, títulos públicos). Entonces la
pregunta es ¿cuántos dólares se necesitarán para implementar una dolarización, es
decir, a qué tipo de cambio se comprarían esos dólares?
DOLARIZAR ¿SI O NO?
¿REQUISITOS ESENCIALES Y SUS EVENTUALES IMPLICANCIAS?
El primer paso para responder esta pregunta consiste en definir si el tipo de cambio
será libre, o por el contrario, el valor del intercambio de monedas será fijado por el
gobierno. Esta segunda opción implicaría una contradicción con la doctrina libertaria -que, en términos ideológicos, aborrece la intervención del gobierno en la fijación
de precios-. Para esta corriente de pensamiento, el dinero es un bien más en el mercado, como la leche o un auto, y no hay razón para que el estado establezca arbitrariamente su valor.
Por consiguiente, cabe concluir que, en el marco de la postura electoral analizada, se
dejará libre el tipo de cambio. Ante esta posibilidad, analistas económicos de las
más variadas escuelas sostienen que el posible valor oscilaría entre los $2000 y
$10.000. Es significativo que el propio Emilio Ocampo, co-autor de la propuesta
impulsada por Milei, se manifestó al respecto afirmando que dolarizar a $2.000 no
es opción.
Si por el contrario el valor de cambio será fijado compulsivamente (¿sería aceptado
este extremo por los partidarios de La Libertad Avanza?), tomando los números
actuales, de realizarse al valor oficial del dólar ($300 en promedio de los distintos
tipos de cambio), se necesitarán 100.000 Millones de dólares para realizar la
transacción. Si se hiciera al “blue” de hoy, alrededor de 45/55 mil millones de
dólares.
En cualquiera de los dos casos, el BCRA no tiene esa cantidad de divisa estadounidense.
A qué tipo de cambio se podría dolarizar dependerá antes que nada, del balance del
BCRA, de lo que pueda suceder los próximos meses, y de cómo responderá el mercado los meses subsiguientes a la elección de un presidente que promueve este
programa económico.
Una “nueva lluvia de inversiones”
Surge otra pregunta que hay que responder: ¿De dónde sacamos, entonces, los
dólares que faltan para finalizar la operación?
Quienes sostienen la dolarización proponen lo siguiente: Por un lado, se utilizarán
las (magras) reservas netas del BCRA (USD 2.000 millones aproximadamente).
El resto (alrededor de 50.000 millones de dólares) se obtendrían con la valorización
de los títulos públicos del estado. Esperan que el cambio de clima suba el precio de
esos títulos.
Esto no es muy distinto a pensar que el mercado confiará en Argentina y le prestará
plata, nuevamente.
A su vez, se confía en que los argentinos traerán los dólares que tienen fuera del país
(algo así como 260.000 millones de dólares).
Restricción política
A la restricción presupuestaria para implementar la dolarización se le suma la
restricción política.
Realizar semejante cambio implica consenso político, ya que deberán modificarse y
derogarse una buena cantidad de normas legales, algunas de ellas muy importantes
(código civil, carta orgánica del BCRA y -dependiendo de cómo se plantee- la misma
constitución nacional).
Y esto es así porque la quita del curso forzoso del peso (regulado por el Código Civil
y Comercial), el pago de impuestos con dólares (la Carta Magna impone que los
temas impositivos necesariamente deben pasar por el Congreso), la prohibición al
BCRA de emitir pesos (una de las facultades reconocidas al Banco Central por la
Constitución y su propia Carta Orgánica), son todas discusiones que deben someterse a debate parlamentario.
En el mejor de los casos, si LLA arrasara en las elecciones, no conseguirá más que
un puñado de senadores y diputados. Lo que significa que necesariamente deberá
negociar con la oposición y demás partidos para poder pasar las leyes que le permitan llevar adelante la dolarización. La alternativa sería apelar a la consulta popular o
referéndum (de incierto resultado): o sea, gobernar sin el Congreso...
Nos guste o no, la angustiante situación demanda, además de claridad económica,
orden y consenso político.
La experiencia en otros países.
El Salvador es uno de los tantos países que han dolarizado su economía. Logró bajar
la inflación (al 7% anual), pero el índice de pobreza es alto. Sumado a ello, requiere
de permanente financiamiento externo Panamá es considerado un caso de éxito de
dolarización: muestra un crecimiento sostenido del PBI con baja inflación (2,5%
anual).
Aunque vale aclarar que esto se debe en gran medida a su relación estratégica con
EEUU, el canal de Panamá y a que es en gran medida un paraíso fiscal. Nada de esto
es necesariamente malo o negativo, pero ciertamente hay que tomar esos caminos,
lo cual resulta difícil en Argentina.
El caso de Zimbawe es extraño. Suele proponerse la dolarización como herramienta
para combatir la inflación. Pues bien, este país arroja un promedio de inflación anual
de 300%. Ecuador es el caso que más nos interesa por su cercanía. En 1999 registró
una inflación del 70% y se devaluó drásticamente el Sucre (moneda nacional en ese
momento). El combo inflación más devaluación generó una catastrófica caída del
ingreso de los ecuatorianos.
En medio de rumores de que el gobierno adoptaría la dolarización, los ecuatorianos
retiraron sus ahorros de los bancos para comprar dólares, las empresas dolarizaron
su patrimonio y el sector financiero dolarizó sus carteras: la corrida llevó a la quiebra
a más de 10 bancos.
Jamil Mahuad, presidente ecuatoriano anunció la dolarización el 09 de enero de
2000. En medio de una disparada de la inflación, fue destituido a los 11 días de
adoptar la medida. Para el 2001 la inflación estaba en franco descenso, se
encaminó la confianza en el sistema bancario y la estabilidad cambiaria; pero el
costo de la canasta básica ascendía a los USD 252, mientras que el ingreso mensual
promedio oscila los USD 163.
Especialistas ecuatorianos sostienen que entre otros aspectos negativos de la
dolarización, uno de los peores es que el país no puede tener política monetaria
de Estados Unidos -que requiere otra política monetaria que Ecuador-. De tal
manera, insisten, al estar sometidos a la política monetaria de Estados Unidos,
cuando sube la tasa para bajar su inflación, genera que el dólar se encarezca, lo cual
impacta negativamente a Ecuador, ya que tiene que aumentar el precio de los
productos que exporta, perdiendo competitividad.
Montado a una jirafa.
Hasta aquí hemos visto las complicadisimas (por no decir imposibles) condiciones
necesarias para implementar en el corto y mediano plazo una dolarización de la
economía nacional. Nos falta analizar las posibles implicancias si esas condiciones
llegaran a darse (o saltarse).
En este sentido, puede suceder que la dolarización profundice la crisis social, como
consecuencia de una drástica caída en los ingresos, que los bonos y letras del
estado no suban lo esperado, que el mercado no acompañe con las inversiones
esperadas, que se saquen del sistema los pocos dólares que quedan, etc. En definitiva, el riesgo es que la dolarización se termine concretando a un tipo de cambio exorbitante y de manera traumática, lo que generaría más desempleo y más pobreza. Y,
como sabemos, la alternativa para manejar esta situación, sin herramientas monetarias, es endeudarse....
Retomando la metáfora del adicto, podríamos decir que Argentina padece de varias
adicciones: además de la adicción a la emisión monetaria, es adicta al endeudamiento (interno y externo), a los impuestos, al intervencionismo, etc. Nos encontramos ante un paciente que vive de gira. Tratar su problema con la emisión no necesariamente resolverá el resto de las adicciones.
El problema estructural a resolver es el monstruoso gasto público en el que incurren
todos los estamentos del estado. La “resaca” de esa gran adicción son las consecuencias de cómo se financia ese gasto desmesurado (deuda, emisión, impuestos).
Sin resolver este tema, el resto de los problemas estarán siempre latentes. En
economía no hay magia: para los problemas complejos, las soluciones son complejas.
TINARGEN
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